sábado, 24 de febrero de 2007

Órbita

Con el brillo en los hombros
persigo mi sombra hasta que
el mediodía me encuentra
con un derrame negro bajo los pies.

Y alrededor ya no hay nada.
No estoy.
No estás.

Ahora ya detrás de mí
voy prendido de los talones,
raspando los ojos contra las baldozas,
liberando piel atrapada entre mis manos.

Con el sol lejos, de frente.
Vomitándote

2 comentarios:

Anónimo dijo...

...Es suficiente, pienso. Hasta cuando la sombra e el cuerpo andarían apartados de una única verdad, a esperar que el mediodía se tornarse de nuevo uno solo...
Eso fuste algo que había escribido en la escuela, pienso que tiene algo en común con o que leo acá, tienes como el mismo mote, pero pontos de vistas muy distintos.
Me gusto de tu posts, en especial este. Abraço,

Un Tipo dijo...

Claro que sí, amigo Flavio.

Ahora que estoy partido en dos, veo tus soles y comprendo tus sombras; esperando la mañana que me levante y me empuje hacia mí nuevamente.

Y mientras tanto me destiño en estos suelos oreados por los gritos, sin saber del don de los horizontes.

Un abrazo para tí.
Y otro para ella.

D.-